La meditación de concentración, en mi caso, consiste en
1) Elegir un objeto una flor, un
libro o una montaña, o lo que se elija.
Puede ser un un concepto metafísico: el amor, la verdad, la compasión, o la armonía. O una actividad diaria: un trabajo específico, una ensalada, un examen, una carta. La belleza de nuestro ser, la de nuestros familiares, o amigos.
2) Para la postura, se puede estar sentados en un cojín o una silla, lo importante es mantener la espalda recta, lo cual favorece la circulación energética y la respiración profunda. No dejar caer el mentón para no dormirnos. Los ojos pueden estar cerrados o entreabiertos, o abiertos con la vista puesta en un punto delante nuestros pies.
Siempre lo más cómodo para evitar la distracción.
3)Qué hacer con Las manos? Las palmas de las manos pueden mantenerse abiertas hacia arriba, apoyadas hacia abajo sobre las rodillas, o sosteniendo la unión de dos dedos. Para mi, lo más cómodo es mantener las palmas abiertas hacía arriba con el dorso sobre los muslos. Lo relevante es que toda la postura sea relajada, con la cabeza descansando sobre los hombros y los hombros sobre la espalda.
El desafío en esta meditación es educar la mente, que constantemente quiere escapar a otros temas, menos el que hemos elegido enfocarnos. “Si salimos a tal lado, si debemos llamar a tal persona, si tenemos que pagar una cuenta, nos hemos olvidado de cerrar la puerta, o darle la comida a nuestro animalito”. Sí, la mente-mono, como la llaman los meditadores orientales para ejemplificar que va saltando de rama en rama, sin quedarse quieta, es puro nervio. La meditación de concentración es forzar la mente a mantener la calma en un punto, estarse quieta, sin querer saltar a otra rama del pensamiento. Meditadores experimentados han dicho que controlar la mente es como controlar el viento. Un experimento casi imposible.
Cada vez que escapa o salta a otra distracción, inmediatamente hay que volver al tema de la meditación, el punto en el cual debemos estar enfocados. Volver a la respiración armoniosa y rítmica con la que nos sentimos cómodos. Contemplar en la mente el tema objeto de meditación. A los estudiantes que inician, a veces les colocan delante el objeto: un jarrón, una pequeña estatua, una taza, etc. Para que vuelvan a enfocarse, cada vez que la mente se pierde en sus laberintos. Esta meditación es una especia de ejercicio elástico de tira y afloja, hasta que no hay nada que tirar ni aflojar. Todo es calma y tranquilidad.
Si no se logra una concentración perfecta no importa, nadie se enterará, ni nos pondrán una mala nota. No es la meta lo que vale, sino el proceso de entrenar esa máquina infernal que es nuestra propia mente. Siempre recuerdo lo que le sucedió a un maestro muy experimentado. A la segunda clase de un retiro, una señora se le acercó y le dijo que no necesitaba más clases, pues había comprendido en qué consistía la meditación. El maestro sorprendido le preguntó qué era. La señora muy segura le dijo: ¡No pensar! El maestro le dijo que sí. Ustedes ¡inténtenlo!
Finalmente les recuerdo lo que el gran maestro y filósofo Jiddu Krishnamurti dijo en una oportunidad: “No hay nada más difícil para la mente que no juzgar lo que ve”. Un estudiante le dijo al de al lado: Eso es ridículo. El otro le dijo: ¡Ves ya has juzgado! El gran desafío en la vida es mirar y no juzgar. Todo está bien como está. Dejemos el mundo en paz.
Armoniosa y pacífica meditación.
© Pietro Grieco
