3 de abril de 2020

PLAN ESPIRITUAL PARA PANDEMIA del CORONAVIRUS


Podemos comenzar cada día con una meditación, respirando profundamente con un ritmo de descansos sosteniendo el aliento. Luego orar o utilizar algún mantra u afirmación que nos mantenga en armonía durante el día. Comenzar nuestras actividades con paz, bondad y compasión para con nosotros y los que nos rodean es un gozo. Salgamos al mundo con una sonrisa en el alma. 

El problema central de una pandemia es el contagio. Sin contagio no hay enfermedad. Podemos evitarlo con algunos cambios simples. Años atrás en California llegó a casa de visita una joven estudiante coreana. Como siempre abrí mis brazos para darle la bienvenida. La joven se quedó petrificada. La pregunté qué sucedía. Tartamudeando me dijo: “Mi padre nunca me abrazó.” De inmediato comprendí que debía cambiar. Situaciones nuevas nos empujan a nuevas actitudes. La pandemia del coronavirus  produjo diez veces más muertos en Italia, España y otros países latinos, respecto a países asiáticos como Japón y Corea. ¿No deberíamos cambiar? 


Arland Gilbert dijo: «Cuando aceptamos trabajos difíciles como un desafío a nuestra capacidad y nos metemos en ellos con alegría y entusiasmo, los milagros suceden». Cada persona puede sentir la inspiración del saludo que supere la distancia de dos metros. «Sean una luz ante ustedes mismos», dijo Buda. Permitamos que la luz de Krishna o Cristo ilumine y abra el camino.  La primera condición ante la pandemia es mantenernos sanos y ayudar a otros a estar sanos. Tener compasión y empatía para los necesitados y ayudar con procedimientos sanos. No dejarse influir por falsos conceptos. No es la edad la que determina cómo afectara el virus. En California murió una joven madre de 41 años, pero se sanó un veterano de guerra de 103 años. No son los años los que se enferman o sanan. Son las condiciones espirituales, mentales y físicas de las personas que determinan los efectos. 


Es claro que si nos amargamos con las noticias, los comentarios de cómo avanza la pandemia país por país, de los muertos y las posibilidades médicas informándonos que no saben por qué algunos se sanan y otros no. Se puede  pasar por momentos de angustia, de recelo o simple inseguridad. Seremos exitosos si podemos mantener la calma y estar centrados en nuestra conciencia espiritual.

 En la medida en que nos mantengamos firmes con un pensamiento elevado ningún virus o bacteria podrá tocarnos, el escudo del Espíritu nos protegerá. Como pensadores espirituales podemos hacer la diferencia dando a nuestro prójimo paz en la adversidad. No seremos una hoja en la tormenta, sino una montaña que se eleva serena y hermosa en el horizonte de los acontecimientos.

    


Recuerdo una experiencia del director de personal del hospital de Escondido, California. Él observó que ciertos días cuando visitaban el hospital monjes budistas, el nivel de nerviosismo, de ansiedad, de frenesí, se reducía y nacía una calma de la nada. Por lo tanto organizó con el director del monasterio cercano una reunión, sobre técnicas de meditación de todo un día sábado, para  el personal, en especial médicos y enfermeras. También asistieron estudiantes de enfermería de la Universidad de California. Al final de la reunión, una enfermera preguntó qué hacer cuando ya no hay fuerzas para caminar, meditar ni orar. La respuesta fue: Acuéstese en el piso, con los brazos abiertos, cierre los ojos y por veinte minutos respire, solamente respire armoniosamente.
 

En los puntos álgidos de una crisis, podemos suavizar la tensión y ser un faro en medio de la oscuridad. 

Podemos con calma ofrecer a otros una palabra de consuelo y firmeza. 

 Un pensador espiritual aplaca los temores y se fortalecen con la adversidad. Benjamin Disraeli dijo: «No hay mejor educación que la adversidad». La adversidad nos enseña a ser fuertes. 

Permanecer con la cabeza alta y el corazón puro hace la diferencia. 

 Esto demanda limpieza mental. Thomas Merton dijo: «La mayor necesidad de nuestro tiempo es limpiar la enorme masa de basura mental y emocional que abarrota nuestra mente y enferma la vida política y social». Limpiar nuestras mentes y purificar nuestros corazones embellece y trae sanidad. Recordemos, la sabiduría es superior a la inteligencia.

 Einstein dijo: «Los intelectuales solucionan problemas, los genios los evitan».


Es en los momentos más oscuros cuando llegan intuiciones geniales. En sintonía con el Espíritu, nuestra mente se orienta a la prevención de problemas, a evitarlos y dar soluciones inteligentes.  
Aun cuando no podemos predecir los resultados de nuestras acciones, nuestra ética es hacer siempre lo mejor. Confiamos en que todas las cosas cooperan para el bien de aquellos que aman el Bien. Reacciones intempestivas pueden producir problemas peores. Mantener la calma es una acción sabia. Tampoco es bueno castigarse pensando en lo que se podría haber hecho. 
Perdonarnos a nosotros mismos y a los demás por malas acciones sana el alma y restaura nuestra armonía. Pues el perdón es superior a la culpa.          
 
Las crisis engendran muchas soluciones. Debemos desligarnos de pensamientos de temor, practicar el desapego y, desde una conciencia superior, afirmar: No soy un cuerpo, ni una mente preocupada. Manifiesto el poder del Espíritu, voy a ser bendecido. 
Podemos ayudarnos y ayudar a otros si hacemos la diferencia al ser una presencia luminosa. Llevar paz, sanidad y amor al mundo es nuestro derecho inalienable.

©Pietro Grieco

  Este texto es una adaptación de   Sintonía con el Ser, pág. 331, de Pietro Grieco, Caligrama, Barcelona, 2019. 

 

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