10 de diciembre de 2018

YO SIEMPRE TENGO RAZON Y TU ...TAMBIEN

La mayoría de los problemas del mundo surgen porque el yo, el ego cree siempre tener razón. Ningún ego actúa contra su razón. El enigma es que el “yo” actúa sin ver la razón de los demás. La razón de la voluntad propia es ciega, nos hace actuar sin empatía. Caín podía ver solamente sus razones para matar a su hermano Abel. Se creía menos apreciado que su hermano. Pero sus razones eran contra un dios paternal injusto, no contra su hermano, que era inocente. Pese a todo lo mató. Casi todas las discordias, peleas, agresiones y guerras son por creer que uno tiene “la razón” y los otros están equivocados. 

Recuerdo la confesión de una profesora judía, a cargo del departamento de literatura de una de las universidades más importantes del mundo, que además enseñaba a los niños en su sinagoga. Para ella, la historia más bella era la del Éxodo. Porque, sostenía, es un canto a la salida de la esclavitud, un canto de libertad. Pero un día una niña le preguntó qué culpa tenían las niñas y niños de Galilea y Palestina para ser matados y sus tierras ocupadas. La pregunta la dejó sin dormir por muchas noches y para contestarla tardó más de un año. Escribió un libro. Ella había visto la historia desde el ego de un grupo, pero nunca se había puesto a pensar con empatía o curiosidad como esa niña. A veces es la inocencia que nos hace ver y recapacitar, más allá de tener razón. Tener o no razón no es lo que importa.

Hay una historia sobre los alumnos de un rabino que me encanta recordar. Uno de ellos le expone sus razones para llegar a Dios. Debía con todo su esfuerzo seguir el camino de la Ley, orar y vivir rectamente. El viejo rabino le dijo que su enfoque era el correcto y tenía razón. Luego vino un segundo alumno y dijo que su compañero estaba equivocado pues ese esfuerzo era puro ego. Por el contrario, el verdadero camino era el de ceder, de despertar a la enseñanza de “Hágase tu voluntad no la mía”. El rabino luego de pensar le dijo “Tú tienes razón”. Un tercer alumno que se hallaba cerca fue y le protestó al viejo rabino: “Pero maestro, ambos no pueden tener razón”. El rabino le sonrió y le dijo, “Tú, también, ¡tienes razón!”. 

La mente, razonando con pensamientos limitados, nos hace creer que tenemos razón. Pero nadie posee todo el conocimiento. La sabiduría del viejo maestro, sin discutir, le da la razón a todos, pues en sus mente y con sus limitaciones, la tenían. Filósofos como Kant, explicaron que la razón es insuficiente para captar la realidad del mundo. Por lo tanto, es inútil discutir quién tiene razón. La sabiduría consiste en saber reconocer que no importa quién posee su pequeña razón, lo que importa es la inmensidad del amor, la benevolencia y la bondad.

Yo tengo razón, tu tienes razón, todos tenemos razón. Es tal el dogmatismo de la razón, que buenas personas, si enferman, que no ceden ante la realidad de sus problemas personales, empresariales o deportivos. No quieren perdonar, no desean cambiar, no desean comprender, aunque eso les haga sufrir. Desean tener razón y ¡basta! Un alcohólico nunca va a admitir que bebe de más, y debe dejar. Lo mismo los amantes de los dulces, pese a sufrir mutilaciones. Tienen razón, se justifican. 

Yo tengo razón, tu tienes razón, todos tenemos razón. ¡¿Qué importa?! Lo importante es respetarnos, no agredirnos y, si es posible, apreciarnos los unos a los otros sin otra razón que el afecto.  Pues como dijo Pascal “El corazón tiene razones que la razón desconoce.” El amor no necesita razones. En vez de querer tener razón, es imprescindible, ceder, cambiar para nuestro bienestar y el de los demás. Pues lo que vale es tener compasión. 

Un cuento de animales dice que una noche se reunieron en asamblea y comenzaron a quejarse de los humanos y de lo que los humanos les quitaban. La vaca se quejó que le quitaban la leche, la gallina que le quitaban los huevos, el cerdo la carne para hacer jamón, y la ballena por quedarse con su aceite. Finalmente, con una voz trémula habló el caracol. Yo tengo algo tan valioso que, si lo supieran, dijo, me lo quitarían más que cualquier otra cosa. ¡Yo tengo: ¡Tiempo!

¿No sería hermoso que, en vez de querer tener razón, todos tomáramos tiempo valioso para meditar y tener misericordia y compasión, abundante compasión unos con los otros? ¡Este sí que sería un pequeño paso para cada persona, pero un paso inmenso para toda la humanidad!
                                      


Felices bendiciones para todos.

©Pietro Grieco

3 comentarios:

  1. Muy cierto que los juicios varían desde la óptica desde dónde se mire la situación .
    Y la óptica suele estar influída por las experiencias vividas, las circunstancias, nuestra propia naturaleza, entre otras razones.

    Como propósito de Navidad será un buen ejercicio para practicar
    Bianca

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  2. Gracias mil ......igual para ustedes ..Que Dios los bendiga ahora y siempre
    es santa paz y armonía ....
    Los quiero mucho y agradezco haberlos conocido
    Elita

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  3. MUCHAS GRACIAS!!
    Un abrazo fuerte
    Gaby

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