LLAMADAS CERCANAS (Close
Calls)
Cuando una persona tiene una experiencia dura, cercana a
la muerte, si sale de ella, en inglés se usa la expresión “close call”, literalmente “una
llamada cercana”, cuyo significando es que salió por muy poco. Por ejemplo.
“escapamos de la casa en llamas y nos salvamos por un pelo, fue un close call”. Otra expresión, luego de un
accidente o una operación compleja, en
la cual casi se pierde la vida, el médico dice: tuvo un “close call”. O sea te
salvaste por muy poco, también fue una advertencia. ¿De qué? Sin duda de morir
o pasar a otro estado. Si alguien salió de estar varios días en coma, tuvo un
buen close call, “aviso” del más allá,
o de la profundidad de la propia conciencia. Una advertencia de que la vida no
es eterna en las condiciones presentes, sino que está sujeta a cambios y a
veces muy drásticos. Los avisos (o close calls), son avisos específicos de algo
que debemos cambiar.
Una persona muy querida estaba de vacaciones con su
esposo. Un día recibió una llamada de un familiar lejano informándole que había
fallecido su última hermana viva. Esa noche le pidió al esposo regresar de
inmediato. El esposo sorprendido le preguntó la razón. Su respuesta fue
concluyente: “Sé que ahora me toca a mí, me tengo que preparar; es la señal que
esperaba”. Regresaron a su hogar, en otra ciudad, y comenzó a ordenar sus
pertenencias, su testamento, sus actividades. A los pocos meses falleció en
oración, previo paso por un hospital y donde le dieron de alta el mismo día,
pues no le encontraron nada grave. Un vecino del esposo, un cirujano retirado,
lo consoló de esta forma: “Mi experiencia es que algunas personas cuando llegan
a cierta edad, sienten que la muerte está cerca y deben prepararse”. Le relató
que su misma madre al regresar del trabajo le dijo un día le dijo: “Mañana vas
al banco y retiras todo el dinero de mi cuenta y lo pasas a la tuya”. Él se
resistió, diciéndole que no tenía ningún sentido hacer algo así. La madre le
dijo con firmeza (como él no la había visto antes), que no discutiera con ella,
que fuera y lo hiciera como ella le pedía. Él lo hizo y a los pocos días su
madre falleció tranquilamente en la cama.
Los avisos, o close
calls, son importantes recordatorios de que, si bien hemos pasado por el
fuego, el terremoto o una inundación, y salimos ilesos, nos dicen que la vida humana no es eterna, que
somos frágiles, que la abandonaremos en algún momento. “Sin ningún apuro”,
decía un humorista. Pero, mejor no perder tiempo repitiendo las mismas
experiencias, sino dejar atrás conductas y cargas que conducen a las llamadas
cercanas o avisos.
Un día una amiga de décadas, me mandó un aviso: “Si me
vienes a ver te espero”. Tenía 104 años. Ella leía mis escritos y cuando no
podía por su vista debilitada, le pedía a algunas de sus amigas, que le
leyeran. La fui a ver al año siguiente, pues vivía en una parte distante del
lugar en donde habito. Estábamos a unos 14.000 km de distancia. Me acompañó un
amigo pues ella estaba viviendo en un
hogar de ancianos. Estuvimos charlando
un buen rato. Fue encantador. Entonces me miró y me solicitó que orara
para que su tránsito fuera armonioso. Después me dijo: “Bueno, ciao”. Solté su
mano y le dije “Ciao”. Ambos sabíamos que sería la última vez que nos veríamos.
Al año siguiente a los 106 años falleció.
Un científico, investigador y estudioso de la
espiritualidad que había atendido a varios de mis seminarios y retiros, decidió
con su esposa mudarse a un hotel-hogar con residencia asistida. Eso significaba
vender su casa y dejar muchos bienes queridos, dado que el nuevo lugar era
mucho más reducido. Cuando ya se habían mudado, un día le dijo a su esposa que
iba a dormir la siesta y que no le molestaran. Cuando ella lo fue a ver, ya
había muerto en su sillón preferido. Tengo la firma convicción de que tuvo un aviso y, el cambio fue para dejar a su
esposa en un lugar más seguro, y poder partir en paz.
Si el pensar y actuar como actuamos nos condujo a la dura
experiencia de la que salimos ilesos pero con una advertencia, no es como para
ignorar lo que le vida nos está diciendo. Sino que debemos escuchar y tomar las
medidas para no terminar en otro hospital.
Una amiga fue a ver a un especialista por unos análisis y
la entrevista tuvo un giro inesperado. Le informó que tenía una enfermedad
terminal. Preguntó cuánto tiempo le quedaba. La respuesta fue “Unos seis
meses”. Agradeció y se fue. Camino a su casa con el corazón agitado decidió
detenerse y entrar a un restaurante sobre el mar. Allí decidió qué pasos debía
dar y en qué orden. Lo primero fue avisar a sus hijos, en otros estados. La
segunda poner en orden sus papeles, sus finanzas y sus bienes para no dejar
problemas a sus herederos. Lo tercero cómo debía prepararse para enfrentar su
muerte.
Contactó con un amigo para que le ayudara
espiritualmente. Éste le dijo que la vida es eterna y que no debía aceptar la
idea que debía irse ya, su presencia era necesaria para su familia y sus
amigos. Su ser era espiritual y no se podía enfermar y morir por un dictamen
médico. Podía trascender este estado de existencia sin estar enferma. Le
ofreció meditar y orar juntos. Ella ajustó su dieta y abandonó actividades no
relevantes para su presente condición. Estuvieron orando por semanas. Cuando se
acercaba la fecha de su muerte, no tenía más problemas, estaba sana. Años más
tarde la hija también se enfermó de cáncer y, dada su experiencia, le ayudó a
superarlo. Incluso corrieron juntas una maratón. Inesperadamente su hijo, que
estaba bien, falleció de un ataque. Fue un shock, también lo superó. De esto
han pasado años y sigue viva.
J. Krishnamurti en el video ¿Qué es la muerte? Sostiene que todo es causa y efecto, como
resultado de “lo que siembras segarás”, en este estado o en un estado futuro.
Muchos de los problemas humanos de deben a los apegos a personas o conflictos.
El aspecto principal es que a las personas nos cuesta el desapego, por lo tanto
seguimos sufriendo por no querer largar los apegos. El resultado según el Dalai
Lama es que los apegos producen enojos y ellos son destructores de la armonía
espiritual y física.
La espiritualidad no es una píldora para calmar los nervios.
Tampoco un tratamiento de cosmética de la personalidad. En vez de buscar
soluciones invasivas superficiales materiales o mentales, la espiritualidad
incita a buscar la solución desde el interior del ser. Desarrollar la propia
fuerza mediante la energía del espíritu. La espiritualidad es una forma de vida
que camina asumiendo los problemas enfrentándolos. No escapa de los desafíos,
sino que los utiliza para despertar, elevarse y purificarse.
Sabemos que debemos estar preparados, no para escapar de la
muerte, sino para atravesarla con integridad y siendo conscientes de alcanzar
otra dimensión del ser.
a tomar otro rumbo para avanzar con paz y
armonía hacía la perfección del ser.
©2019/Marzo Pietro Grieco
Gracias Pedro por llevarnos a reflexionar sobre la muerte.
ResponderEliminarAlgunas veces ocurre que nos preparamos para algún evento que luego no se lleva a cabo.
Vamos a dejar este cuerpo físico, nadie puede dudarlo. Sin embargo, no es común que pensemos en el transito hacia otro estado de consciencia y que nos preparemos de antemano.
De allí que considero valiosa tu invitación a la reflexión.
Un afectuoso saludo, desde Argentina
Cristina