20 de diciembre de 2016

UN MUNDO MEJOR...CADA DIA



Estamos viviendo las décadas más pacíficas de la historia.
Si esta noticia parece increíble, tengo otra: estamos viviendo también la mejor época de la humanidad. No es solamente mi opinión, es lo que sostiene el filósofo francés Michel Serres, profesor de la Sorbone y Stanford. En una entrevista con Stefano Montefiori, expresó: “Creedme, la nuestra es una época de paz” (Corriere Della Sera, Oct. 16, 2016). Cuando le preguntó cómo podía ser optimista, con todo lo que sucede en el mundo, sus respuestas fueron contundentes: desde el año 1496 antes de la era cristiana, hasta 1861 tuvimos 3130 años de guerras y sólo 227 años de paz. O sea el 93% del tiempo la humanidad estuvo en guerra. Esto ha instalado, en la conciencia colectiva, la creencia de la guerra continua.




Recordemos que John Locke, en su tratado 
sobre el gobierno (1690), consideraba dos estados:el estado natural y el estado de guerra.

Luego de dos guerras mundiales la humanidad finalmente se orienta a una paz más  estable.

 
Desde mediados del siglo pasado el mundo, en general, ha tenido paz. La posibilidad de muerte violenta, un siglo atrás, estaba entre el 10 y el 20%. Hoy, con el terrorismo, la probabilidad de morir es menos del 1%. (Excepto en Alepo (Siria), Yemen, o Irak). Los motivos de esperanza, para Serres, son evidentes. Una mujer de sesenta años hoy tiene una expectativa de vida superior a un recién nacido en el 1700. Europa ha gozado los últimos 70 años de una paz ininterrumpida. Las mejorías en la calidad de vida son indiscutibles. Un siglo atrás, cuando, los padres se despedían de hijos y esposas no sabían si regresarían. Se operaba sin anestesia. No había agua corriente en la mayoría de los países del mundo, se vivía sin calefacción, ni radio, ni TV, computadoras, telefonía móvil, internet, etc.   Cincuenta años atrás la expectativa de vida era de 60 años, hoy supera los 80 años. Por ello, Serres insiste: “Creedme, la nuestra es una época de paz”. Sus argumentos no se basan en las últimas noticias de CNN, la BBC o Fox. Se basan en la concepción  histórica de la realidad.




Durante la edad media, cuando las huestes mongolas de Gengis Khan avanzaron hacia Europa se estima que decimaron el 20% de la humanidad de aquella época. Siglos después, cuando Napoleón atravesó Europa en sentido inverso, murieron entre cinco y seis millones de personas y unos ochocientos mil soldados franceses. Luego de la batalla de Eylau, mientras atravesaba un campo sembrado de cadáveres Napoleón pronunció: “Una noche en París reparará todo esto”. Hoy vemos estas palabras abominables, con horror. Pero ese lenguaje formaba parte de un estado mental de una existencia en guerra perpetua. Lo malo es que esta interpretación de los hechos continúa con el uso incorrecto del lenguaje. Considera el filósofo que responden a miles de años de lectura de la realidad con un fondo constante de guerra. La presentación del terrorismo como guerra es un error, sostiene Serres. Cuando hay un estado de guerra, los niños nacen y crecen con la idea que tienen un enemigo en el país vecino. Esto no sucede hoy en toda América, tampoco en Europa.  
Lo que hoy sufrimos es la pandemia de noticias explosivas, tendenciosas o incluso 
 falsas.
Semejan chispas que se encienden en la oscuridad, se apagan y reemplazan con las siguientes. Hemos pasado de las noticias analizadas a reacciones irracionales en cadena, que multiplican el ruido informativo, emocionalmente estresante. Últimamente se está tomando conciencia de que las noticias falsas pueden matar. Pese a que la consecuencia es conocida desde 1938, cuando Orson Wells anunció la “Guerra de los Mundos”, con sus suicidios y actos irracionales. 
Ahora, con los usos intensivos y masivos de los medios de comunicación instantáneos, la gente no analiza, no verifica, no tiene tiempo de pensar si lo que le llega es verdadero o falso. Vivir en el ahora, es uno de los estereotipos del momento. Es la forma en que la vida se agota en cada instante. Si, además, a cada instante nos hiere una mala noticia, nos estamos matando sin darnos cuenta.
No tenemos que vivir dentro del ahora, de tuits emocionales, carentes de verificación sobre la fuente y los hechos. Debemos salir del fugaz instante, a un contexto más amplio, tanto histórico como espiritual. Dos líderes mundiales demostraron como trascender las noticias atrapantes de hechos violentos, ambos lograron el premio Nobel: el Dalai Lama y el Arzobispo Desmond Tutu. El primero tuvo que escapar de la persecución e invasión China al Tíbet. Desmond Tutu pasó (junto a N. Mandela) por la lucha contra el Apartheid, en Sudáfrica. Ambos vivieron bajo constantes amenazas de muerte. Su mensaje es claro: no hay que quejarse por la adversidad. Ella nos hace fuertes y nos permite apreciar la vida con intensidad y alegría. Ambos, Tutu y el Dalai Lama, con la asistencia de Douglas Abrams, son los autores de El libro de la Alegría, (2016), (vale la pena regalárselo a uno mismo). 


Necesitamos vivir en paz para contrarrestar la violencia en los hogares, en la comunidad y en el mundo. Vivir en paz en nuestra conciencia tiene un responsable: uno mismo. Vivir en paz no niega la realidad, de ninguna manera, contagia, - como hicieron el Dalai Lama y el Arzobispo Tutu, en medio de la violencia,- una realidad pacífica y armoniosa. Con una conciencia de violencia no vamos a generar paz a nuestro alrededor. Tenemos que desarrollar coraje para abandonar los orígenes de la violencia, incluso la que generan los llamados “textos sagrados”, cuando usan términos como “guerra”, “dominio”, “conquista”, “subyugar” y otros. Hay que rechazar la imposición de una violencia innecesaria en nombre de un ser superior, detrás del cual se oculta un súper-ego. Podemos participar en el mundo con humildad y gratitud, sin ánimo destructivo. 

 No hay que ir hacia la paz, sino estar en paz.

No engañarnos con una meta final que se aleja, sino la paz que vivimos cada día, es lo que vale. Pensar en paz genera paz.



Estemos centrados en nuestro ser armonioso. Nuestra lucha diaria es en nosotros mismos, la Gran Jihad, como lo expresó Mahoma, al regresar de conquistar la Meca, era la lucha interior de cada uno. Purificar la dureza de nuestros rencores, enojos, deseos de venganza, por la ternura del amor y la compasión. A esta lucha interior vamos armados de oración, meditación, contemplación, himnos, afirmaciones, mantras o lo que sea. 
La paz por recelo a la agresión, o la represalia atómica no es paz es inacción o parálisis por temor. La verdadera paz parte de la seguridad y el amor en nosotros mismos, no de impedir la acción a otros.
 Lograr nuestra paz permitirá vivir la paz y llevar paz al mundo. No esperemos de los demás. Es nuestra responsabilidad. No hay otra forma.  
¿Por qué no vemos más paz en el mundo? El filósofo Michel Serres pidió creer en que esta es una época de paz. Aprender a creer parece simple. No lo es. Requiere renovar nuestra actitud.  Es en la renovación diaria, un re-nacer. Rescata el nacimiento de  bondad y la  inocencia del niño que llevamos adentro. Corramos el riesgo: llevemos una sonrisa en nuestros ojos. Es posible que otra sonrisa responda a nuestro corazón. ¡Aleluya!       Este canto de alegría permitirá cada día ver un nuevo mundo
©Pietro Grieco



La paz por recelo a la agresión, o la represalia atómica no es paz es inacción por temor. La verdadera paz parte de la seguridad en nosotros mismos, no de impedir la acción a otros. Pensar en paz genera paz.

4 comentarios:

  1. Gracias... es hermoso...!! > > ciertamente abracemos ese niño interno y sonriamos con la mirada... generemos repuestas a nuestro corazon...! > > impecable...!
    Monica

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  2. Gracias Pietro,
    un profundo comentario ---muy original--que nos da respuestas y tambien preguntas para profundizar
    mas y mas
    Un abrazo
    Bianca

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  3. comencé a leer el blog con opinión adversa y lo terminé reconociendo mi error inicial al leer sabios consejos y precisas palabras. Roberto Fossati

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    Respuestas
    1. Es relevante poder cambiar de opinión, cuando efectivamente el título puede sugerir un mundo edulcorado y una realidad azucarada, pero los datos y los argumentos de un filósofo nos llevan a la reflexión y a una nueva visión. Esta nueva visión nos hace cambiar y eso no es fácil, pero cuando lo hacemos es un triunfo sobre nuestra propia mentalidad, que renovamos y elevamos.

      Gracias y cariños, PG

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