He sufrido la violencia.
En la escuela primaria sufrí el abuso escolar (bullying) por un año y medio de otro chico gigantón que me pegaba, me tiraba del pelo, me mojaba la oreja, me incitaba a pelear.
Mi respuesta era que dejara de molestarme pues no me gustaba. Eso lo incitaba a agredirme y desafiarme aún más. Un día estábamos solos caminando a nuestras casas cuando nuevamente comenzó a golearme la cabeza, le dije ¡basta!, que no hiciera eso pues no me gustaba. Su respuesta fue reírse y pegarme nuevamente. Tuve una reacción de rabia y me tiré contra su cuerpo con toda mi fuerza, él era mucho más grande. Ambos caímos y rodamos por el suelo.
Años después, como joven inmigrante sufrí burlas y agresiones de otros por no hablar bien la lengua, por vestir de otra forma, por tener otras creencias, otras costumbres. Supe hacer frente a la agresión y pronto se diluyó.
Conclusión:
aprendí que a la violencia y a la agresión no hay que hacerla crecer. El
agresor confunde humildad con debilidad. Por lo tanto hay que demostrar que no
tenemos temor, rechazamos la violencia, y usaremos los medios necesarios para
ponerle fin. El objetivo es proteger al agredido y también al agresor. Porque
la violencia primero se adueña de la mente y el corazón del agresor, dañándolo,
y luego éste pasa la agresión al agredido.
Del hombre de las cavernas, al día de hoy, se han
hecho progresos. La evolución cultural, incluyendo la religión y el arte han
contribuido a aminorar la violencia de los bárbaros. Pero por la cantidad de
violaciones, violencia familiar, laboral, de género, abuso de niños y niñas,
guerras, etc. vemos que, en menor grado, la violencia continúa, incrementada
muchas veces por el fanatismo local o global.
Sin duda la promoción de la violencia desde sectores
políticos, grupos de intereses, los medios de comunicación, internet, juegos
electrónicos, el cine y la TV, no ayudan. Por el contrario envenenan las mentes
juveniles o débiles. Tuve de joven una gran capacidad para enojarme. ¡Lo
reconozco! Especialmente cuando era sometido a condiciones injustas, o me
herían en lo que creía profundamente era la verdad. Combatí mi actitud durante
un año afirmando: No hay reacción violenta en el principio de la armonía, sino
acción armoniosa, y yo reflejaba ese principio. Reconocí que espiritualmente no
hay reacción, sino una acción armoniosa constante. Ese esfuerzo tuvo buenos
resultados. Me hizo estar consciente de mi propia actitud, y que debía cambiar,
reflejar mí ser en calma y paz. ¿Logré ser un perfecto buda? No. Pero aprendí a
mantener mi armonía centrándome en mi ser.
Esto fue de gran ayuda en una sociedad con constantes
actos de violencia, tal que la gente decía que los periódicos no chorreaban
tinta, sino sangre. Sufrí varios de ellos. Pasé por uno histórico llamado “la
noche de los bastones largos”, sin consecuencias. En otra oportunidad, cruzando
Plaza Miserere, (Buenos Aires) sufrí la carga de la policía montada. Pensé que de
un sablazo me partirían la cabeza en dos. Muchas veces no sabía si, al final
del día, regresaba vivo a casa. Esto me impulsó
a desear comprender las infinitas razones del porqué de las reacciones
violentas en mí y en otros.
Aprendí que hay distintas violencias: 1) instintiva; 2) emocional, y 3) racional. El cerebro evolucionó de lo que se ha dado en llamar 1) el cerebro reptiliano, o instintivo; 2) al cerebro de los mamíferos, emocional y reactivo. 3) La última evolución del cerebro corresponde al homo sapiens con el desarrollo del neo-córtex se formó el área cognitiva, lógica, y creativa. Ante una situación de peligro la respuesta inmediata y veloz, es la reptiliana (milésimas de segundo). Es la respuesta ante un ataque o un posible accidente. Esta reacción casi instantánea posee una característica importante: bloquea la respuesta lógica y la emocional. El objetivo es no perder tiempo pensando. No hay que pensar, hay que actuar y ¡a toda velocidad! El inconveniente se da cuando la interpretación de una agresión (o peligro) es falsa. La respuesta emocional es rápida y también bloquea la respuesta lógica y creativa (décimas de segundo). Es una respuesta ante el ataque a los afectos, las creencias, la defensa del ego.
La respuesta racional y creativa es lenta, demanda
tiempo para la búsqueda de información, análisis, comparación, contraste de
respuestas, etc. (aprox: Un segundo). Conclusión: las reacciones instintivas y
emocionales pertenecen a la violencia que genera agresiones y lesiones que
llevan al hospital y a la cárcel a muchas personas. Las reacciones emocionales
se dan entre hermanos, amigos, esposos, padres e hijos. La violencia racional
(con un mal uso de la razón) se da cuando hay deseos o intereses contrapuestos
entre personas, grupos de poder, instituciones y países. Esta violencia
racional planificadora se manifiesta mediante
castigos físicos o mentales, incluso las guerras y la tortura, etc. La
conciencia espiritual supera las tres tipos de violencia.
Mucho tiempo se pierde en condenar la violencia de otros contra inocentes, el abuso de las niñas y niños, las violaciones, las mutilaciones, la violencia de género, las agresiones por creencias religiosas, formas de vida, o simplemente ser de otra raza o hincha de otro club. Yo, también, las condeno a todas.
Pero ¿quién condena su propia violencia? He observado que mientras miles de personas protestaban, en las principales ciudades del mundo, al mismo tiempo se cometían agresiones, violaciones, mutilaciones, torturas, asesinatos, etc.
¿Por qué las soluciones policiales, legales, jurídicas, sicológicas, políticas y demás no producen un cese en la violencia? Porque como dijo Jesús del corazón provienen los homicidios, los hurtos, las violaciones, las agresiones, los falsos testimonios, etc.
El problema no está allá afuera, no está en convertir a los “enemigos”. Cada persona posee corazón, bueno, malo, fanático o violento. Cómo responder a la pregunta de Solzhenitsyn: si el bien y el mal pasan por el corazón humano, ¿quién está dispuesto a cortar parte de su propio corazón? Si la razón pasa por el cerebro y todos tenemos uno, ¿quién está dispuesto a que se le seccione una parte del cerebro? Amos Oz, el brillante escritor israelí, quien admite que él fue de joven un fanático (como posiblemente lo hemos sido muchos sin saberlo), escribió:
La esencia del fanatismo descansa en el deseo de forzar a otras personas a cambiar. La inclinación común de mejorar tu barrio, o enmendar a tu esposa, o guiar tu hijo, o enderezar a tu hermano, en vez de dejarlos ser. El fanático es el más desinteresado de las criaturas. El fanático es un altruista. (How to Cure a Fanatic, Vintage Books, Random House, London, 2012)
Como vemos, Oz nos presenta al fanático como una
persona normal, un altruista que desea imponer sus ideas de cómo mejorar,
enmendar, dirigir, enderezar a otros en vez de dejarlos ser. ¿No tenemos algo
de esto?
O sea el fanatismo y la violencia son, en última
instancia, un problema de ideas, mental, espiritual. ¿Por qué? Porque todas las
ideas provienen del Espíritu. Al resentido que se lo quiere combatir con toda
la fuerza, lo único que hace es incrementar su resentimiento ¿Cómo podemos
pretender dar solución a la violencia con más violencia. O con más armas, con
más soldados, con más policías? Esto lo único que genera son carreras
armamentistas, y una espiral de destrucción. Las fuerzas del orden pueden y
deben neutralizar la violencia en el corto plazo. Las armas pueden producir imposiciones, pero no proveen de soluciones
a largo plazo. Lo hemos aprendido de la historia. Las imposiciones
establecidas por las naciones vencedoras de la Primera Guerra Mundial,
produjeron la idea de revancha y de venganza, generando la Segunda Guerra
Mundial. La pregunta fundamental es ¿cómo se cura la violencia?
La violencia puede ser verbal, moral, física, religiosa, política, deportiva, psicológica, artística, familiar, laboral, etc. Para curar y transformar la violencia (que es un enorme gasto de energía) en armonía, no se puede con la coerción externa, sino mediante la trasformación interior.
En algunas ciudades como Chicago personas que fueron violentas son ahora sanadores de la violencia, hablan con los violentos y cuando una disputa aparece con armas, interrumpen la disputa, y con tan solo interrumpirla evitan que se expanda como una epidemia. En algunas ciudades los sanadores de la violencia lograron que por años no hubiera más crímenes.
Quien conquista su propia violencia gana
la guerra en forma definitiva.
Es la transformación espiritual que nos dará calma y paz. Cualquiera sea el procedimiento, vale la pena intentarlo.
la guerra en forma definitiva.
Es la transformación espiritual que nos dará calma y paz. Cualquiera sea el procedimiento, vale la pena intentarlo.
©PietroGrieco