Desde el Pirineo francés se baja a España, a través de altas
montañas, majestuosos paisajes, bosques,
ríos, bellas quebradas. A los pocos kilómetros en suelo español se ven las señales
del Camino de Santiago. Algunos
peregrinos, antes de cruzar la frontera, aprovechan para visitar Lourdes. La
señal principal representa un conjunto de líneas amarillas, de rayos convergentes
en un punto. Hace pensar en los infinitos senderos que de Europa y el sur de
España van a Santiago de Compostela, en el noroeste de la península Ibérica,
casi sobre el Atlántico. A los peregrinos se les reconoce de inmediato. No
visten de turistas, visten de peregrinos: zapatos firmes, ropa rústica, algún
sombrero, capa para la lluvia (que nunca falta), mochila sobre la espalda y una
vara.
El andar del peregrino es particular. Distinto. Camina
firme pero sin apuro, sabe que el camino es extenso. A lo largo de los senderos
hay gran cantidad de posadas que, con poco dinero, permiten dormir en dormitorios
comunes. Los más adinerados pueden utilizar todo tipo de hoteles. Muchos de
ellos o ellas, si entran por Biarritz a San Sebastián, y continúan por los
caminos o rutas sobre el mar Cantábrico, van visitando, además de Donostia-San
Sebastián, Bilbao, Santander, Torrelavega, Gijón, Oviedo, etc. O sea combinan
la peregrinación con el turismo. Lo que hace más atractivo el viaje. Aunque al
peregrino auténtico no le interesan tanto las novedades y los paisajes sino la
meta, el destino. Arde por saber qué le será revelado o si, solamente, será
llegar a otro lugar.
Según las rutas, el recorrido puede ser de unos 670 a 800
km. El tiempo estimado, si se hacen unos 25Km diarios, puede completarse en un
mes. Un poco más si se enfrentan inconvenientes: pies hinchados, necesidad de
descanso, lluvias intensas, agotamiento, etc. Los españoles se lo toman con más
filosofía, como ellos ya están allí, la gran mayoría toma una semana por año.
En unos cuatro años cubren el recorrido. Y su promesa personal queda cumplida.
No posee el carácter sagrado o místico que puede adquirir para algún visitante
extranjero, especialmente lejano. Para ellos es cumplir un ritual y lograr una
meta. Punto. Los españoles han dejado de ser religiosos. Pero paran varias
semanas anualmente por fiestas religiosas, pues todas esas celebraciones las
han transformado en eso: ¡fiestas! Y para los españoles cualquier razón es
buena para festejar, con mucho ruido, desfiles, bandas de música y fuegos artificiales.
Es una oportunidad para lucir sus trajes típicos, y saborear, claro, sabrosas
comidas, acompañadas de excelentes vinos y, en algunas zonas, la sidra.
Por la mágica ciudad de Burgos pasa uno de los tantos
Caminos de Santiago. Allí hallé al costado de la catedral, que guarda los
restos de Ruiz Díaz de Vivar, el famoso Cid Campeador, la señal que se ve por
caminos, rutas y ahora autovías, desde Francia a Santiago de Compostela. En este caso estaba grabada en una placa de
mármol rosa. Pero el descubrimiento más sorprendente, que ignoraba es que muy
cerca se hallaron restos humanos de casi ¡un millón de años!
A pocos kilómetros de Burgos se encuentra la Sierra de
Atapuerca, donde unas décadas atrás se descubrieron los restos humanos más
antiguos de Europa. Restos óseos que, luego de vencer el escepticismo inicial,
aportaron una nueva visión y cambiaron muchos conceptos sobre homínidos en el
continente. Ya no hablamos de veinte o treinta mil años como nos
informaban los libros de historia sobre
las pinturas de cuevas pintadas, estamos hablando de un millón de años. Desde principios del siglo veinte se conoce que
en dicha zona vivieron homínidos en gran cantidad de cuevas, pero en 1997 se
descubrió en esta área arqueológica lo que se dio en llamar “El Chico de la
Gran Dolina”, el cráneo de un niño de unos diez años, cuya formación facial
sería muy semejante a la de un niño actual. Esto difiere de “El Chico de
Turkana”, y otros hallazgos en África, de 1,6 millón de años, pues los dientes
como el volumen craneano (1000 cm cúbicos) son muy modernos, por lo que el Homo Antecessor de Atapuerca, del que
forma parte el Chico de la Gran Dolina, presenta muchos interrogantes que los
antropólogos tratan de responder.
Este hallazgo nos dice que, hace ya un millón de años,
hubo seres humanos habitando la zona. También se cree que allí se forjó la
primera herramienta europea: una piedra tallada. La pregunta que surge es qué
tipo de creencias poseían, cómo enfrentaban la enfermedad, la vida y la muerte.
Estos individuos no poseían espejos, pero veían a diario su imagen en la
superficie del río, que al tocarla desaparecía. ¿Qué pensaban ante la visión de
lo aparente y lo real? Su vida diaria estaba urgida por la búsqueda de
alimentos, una constante presión ante la posible agresión de otros animales, (osos,
tigres, etc.) e incluso de otras tribus. Pero su existencia nos abre los ojos a
una nueva: la visión del mundo y del propio ser interior, que proviene de más de
un millón de años. Recordemos que la Biblia Hebrea (y aceptada por los
cristianos) sitúa la creación del mundo en el año 3761 BCE o sea 5774 años
atrás (The Oxford Companion to the bible).
No sabemos qué conceptos espirituales sostenían. Pero la conciencia colectiva
de la humanidad es extensa tanto en el tiempo como en el espacio. En un millón
de años se aprenden y practican muchas costumbres, actitudes, rituales y
ceremonias. Muchas se van renovando, otras se abandonan.
Mientras meditaba sobre la conclusión de este breve
texto, nuevamente fui sorprendido por la CNN y otros medios que anunciaban el
hallazgo de un cráneo (cráneo Nro 5) de un homínido con una edad entre
1.600.000 a 1.800.000 años, en Dmanisi, en la Rep. De Georgia. Esto conmocionó el
campo científico y alteró mi conclusión. Todas las teorías antropológicas
fueron sacudidas. Provisionalmente surge la hipótesis de una sola línea
evolutiva desde África a Europa y al resto del planeta. Durante dos millones de
años, los homínidos progresaron lentamente y no demasiado. Su forma de vida:
habitación, vestimenta y alimentación, eran diferentes. Externamente hubo cambios,
y en las técnicas avances, notables en los últimos dos siglos, pero la problemática
de fondo sigue siendo la misma. ¿Por qué estamos en esta dimensión
tempo-espacial?
Estudios antropológicos de Claude Lévi-Strauss y Lucein
Lévy-Bruhl manifiestan que la mentalidad del individuo primitivo difiere de la
nuestra por ser el elemento mítico más importante. La experiencia de los
humanos primitivos era más mística y menos lógico-científica. Utilizaban más el
lóbulo derecho relacionado con la intuición, lo imaginativo, lo metafórico. Es
el que hoy utilizan los inventores, los artistas, los creadores. Esta forma de
pensar fue desplazada en occidente por el pensamiento científico del lóbulo
izquierdo. Utilizado por ingenieros, matemáticos y científicos. Ambos autores
sostienen que, bajo la superficie de aparentes diferencias, la matriz de los
conflictos a resolver es la misma. Reconocen que el aspecto mítico es más
observable en los pueblos primitivos, pero, incluso hoy, se halla presente en
todas las mentes.
La mente, entre la información de los sentidos, en especial los ojos, y lo que hace la mano, forma con la información interna de la conciencia, una imagen virtual compuesta del mundo que hace que no sea necesario experimentar la realidad para actuar. El individuo primitivo no necesitaba arrojarse a un abismo para experimentar dolor o sufrimiento, como no es necesario hoy día estrellarse con un auto para saber las consecuencias y verificar el dolor. Por otro lado tenían una agudeza perceptiva mayor del medio ambiente. El olfato y la audición eran muy importantes dado que muchos animales no se dejaban ver. Por lo tanto la percepción indirecta era prioritaria.
La intuición, revelaciones a través de los sueños, la captación de la realidad (en forma de peligros inminentes), eran comunes. Muchos de esos aspectos los hemos adormecidos.
Los problemas espirituales por más de un millón y medio de años son los mismos: discernir el propósito del nacimiento, agresión, enfermedad, el abandono, la violencia, el sufrimiento, la muerte. Desde más de dos millones de años cuando los primeros humanos salieron de África, lo que estuvieron haciendo fue peregrinar hacía lo desconocido, hasta cubrir cada rincón del planeta. Pronto esta búsqueda nos lanzará al resto del sistema solar y en el futuro a todo el universo. Por millones de años los humanos necesitaron peregrinar. Pero ya no queda lugar para peregrinar. Ya volvemos, en un constante retorno, donde estuvimos. Sin duda se descubrirán cómo son ciertas cosas. Pero el por qué estamos en este universo no se nos revelará conociendo lugares más remotos. La respuesta al por qué debemos buscarla en otra parte: ¡en nuestro propio ser!
Este peregrinar metafórico en busca de sentido por un camino u otro del planeta, ¿tiene sentido? Creo que ha llegado la hora de ir hacia adentro, hacía lo profundo de la conciencia colectiva. No podemos peregrinar como un escape de nosotros mismos. Ni podemos adorar, cuando no sabemos quiénes somos. Debemos aquietarnos y mediante contemplaciones, meditaciones y la elevación de la mente alcanzar el núcleo, el centro desconocido del ser.
©Pietro Grieco