Primera Parte
Antes de que monjes budistas llegaran a China portando
sus textos desde India, en China, los taoístas meditaban de rodillas, sentados
sobre sus talones. Se cuenta que un emperador de tanto acercarse a un maestro
casi se cae de cabeza. Hoy día, con o sin ayudas, aun la utilizan. Se sabe que
los monjes chinos, al ayudar a traducir los textos budistas, los
reinterpretaron de acuerdo con su formación taoísta. Al hacerlo encontraron
muchas similitudes y, en este intercambio, se fue generando lo que sería el
Ch’an, que, al pasar a Japón, se llamó Zen. El budismo Zen adopta una nueva
modalidad de meditación llamada zazen. O sea meditar sentados con las piernas
cruzadas por horas en silencio.
Digamos que el taoísmo es radicalmente opuesto al Confucionismo,
y parcialmente al Budismo. El principal concepto del Confucionismo es “jen”
traducido como “amor” o “sentimiento hacía el prójimo”. El filósofo Mencio, de
la escuela de Confucio, sostenía que
“jen” era la mente del hombre, la parte racional, la consciente habilidad
humana para discriminar y determinar las cosas. El primer paso para lograr la
naturaleza racional consistía en cumplir con las obligaciones morales, más allá
del interés personal, sin ulteriores motivos. Esta actitud se la traduce como
honradez o rectitud, también como “integridad”. Para aplicar esta norma, como
un standard de conducta, establecieron todo tipo de reglas. Y, como las reglas atan,
al obstruir la iluminación, pervirtieron la idea original.
El mundo gira. Nuevas situaciones originan nuevas
interpretaciones. ¿Cómo resolverlas? Para determinar lo que es propio o
impropio se debía aplicar “chih”, que significa “sabiduría.” Por ello Confucio
sostenía que el hombre “chih” está libre de confusión. Estas ideas dieron
origen a un sistema racional de grados de simpatía entre los hombres.
Produciendo una separación entre superiores e inferiores, diluyendo “jen”, el
amor. Por esta razón los taoístas declaraban que había que eliminar el “jen”,
para que la gente volviera a amarse nuevamente sin distinciones ni graduaciones.
Digamos que Tao era un concepto muy fuerte en china, tanto que al evangelio según Juan se lo tradujo: “En el principio
era Tao y Tao era con Dios y el Tao era Dios.” Siglos antes de Confucio, el Tao
era un concepto ideal entre los chinos.
En el texto Tao-Te-King, su autor Lao Tse, identifica a
Tao como el Uno, el cual es invisible, inaudible, insondable. Es el mismo Uno,
pasado, presente y futuro; abraza la forma y lo informe; el ser y también el no-ser.
Por lo tanto el Uno es la unificación de la dualidad y la multiplicidad. Es el
Uno sin opuesto, infinito y que no cesa. De esta forma el taoísta hace una
síntesis de los opuestos. Esta es una de las principales características del
taoísmo: no rechazar sino integrar los opuestos.
La unificación de los opuestos en uno la explicaban con
la rueda de un carro. Tiene muchos rayos algunos opuestos a los otros, pero en
el centro forman la unidad; también mediante el ejemplo de los vasos y la
arcilla. De la nada, del vacío, viene la función y se forma el vaso usando
arcilla. En este caso de la unidad proviene la multiplicidad. El Tao todo lo
abarca, todo lo penetra y está en todas partes.
Lao Tzu, para superar Jen propuso Tz’u que significa la fuente primordial del amor, la raíz
de la compasión. No basado en principios racionales. No se pueda llegar a él mediante la
diferenciación y la discriminación. Por el contrario es intuitivo, no utiliza
el pensamiento lineal racional, pues se llega de manera no consciente. Está más
allá del proceso intelectual, en esta dimensión de no tiempo ni espacio, Tz’u es infinito. Por ello la enseñanza es sin palabras y
se trasmite sin explicaciones. El conocimiento intuitivo no se puede trasmitir,
llega por sí mismo como la luz que se enciende con una llave. La iluminación no
se alcanza mediante pasos sucesivos, se produce en forma instantánea o no se
produce.
La meditación se concreta mediante la “perfecta quietud”.
Lograda la misma desaparece todo signo del mundo exterior, como la propia
voluntad. Se logra la realidad absoluta en la dimensión del gran infinito, el
reino del no-ser. Se puede entrar en el no-ser a través del estado de quietud o
a través del conocimiento intuitivo. En ese estado ningún pensamiento perturba
y cualquier signo de limitación o condicionamiento desaparece. En medio de la
oscuridad aparece la luz radiante, entonces se dice que “la flor dorada” se
abre y purifica el corazón y el cuerpo. Esta es la forma en que se logra una
visión de la propia naturaleza. Hay un concepto simple pero bello en el
Taoísmo, luego de la iluminación del Nirvana la experiencia no termina allí
sino que el individuo debe continuar con las actividades diarias. Un dicho común
lo expresa así: “En acarrear agua y cortar leña—en eso consiste el maravilloso
Tao.” La felicidad de las cosas simples es tan mágica y trascendente como el
éxtasis de la ascensión. Como un mundo se encuentra en un grano de arena, la
celebración de toda una vida se encuentra en cualquier acto simple. Las
personas más puras lo experimentan y se gozan en su ser siendo algo entre algo.
En la tranquilidad del estado del no-ser, se fusiona un
elevado grado de realidad. Allí se produce una unidad espontánea, esta es la
fuente primordial de la creatividad. El filósofo Chang Chung-yuan cita un poema
del siglo octavo que dice:
El ganso salvaje vuela a través del largo cielo arriba.
Su imagen es reflejada sobre las heladas aguas abajo
El ganso no pretende proyectar su imagen sobre el agua.
El agua no quiere poseer la imagen del ganso.
Esta es una metáfora de la creatividad, como un
reflejo sin ninguna intención. Pues el ganso no pretende proyectar su imagen,
ni el agua de reflejar su imagen. Es un momento de pura belleza reflejada en
una fusión de espacio como tiempo y tiempo como espacio. Se funden en un punto
absoluto en el cual emerge lo creado. Nuestras mentes son espejo del Creador
reflejando el aquí-ahora de la creación. Esta creación como reflejo puede ser
comprendida solamente a través de la intuición individual.
Sin olvidar que previa a la meditación está la
respiración. En conclusión la meditación taoísta puede definirse como una
no-meditación: una meditación sin voluntad
ni representación, un morar en la quietud del vacío, la nada de la que
surge la creatividad. La mente es un espejo que refleja sin apropiarse ni
contaminarse de las imágenes reflejadas. El ego encadenado a mil deseos se
transforma en un ser libre de ataduras. Vuelve a la unidad primordial, es uno
con el universo. Al espejo de la mente hay que mantenerlo limpio y pulido. Aquellas
personas que pueden reflejar las condiciones cambiantes del día como lo hace la
naturaleza sin proponérselo y sin esfuerzo alcanzan la luz del Tao; la generadora
de creatividad, harmonía y tranquilidad.